Alejandro es sólo un niño cuando descubre por primera vez que el ciclo vital no tiene sentido. Hace un mes que tiene la misma pesadilla. Se encuentra en una casa descompuesta por el paso del tiempo, vacía, con un silencio abrumador que como un gusano infectado se arrastra al interior de sus odios produciéndole una fatiga impetuosa que le viste de sudores. Sus fotos están amarillentas, deslucidas, con los rostros decolorados por el tiempo, los muebles sirven de festín a las polillas y los ácaros, sembrando un suelo envejecido de sombras Cortes de cabello de moda.
Los libros, las partituras, sus dibujos, sus primeros escritos, se consumen en su propia contracción cuando el parpadeo de Cronos se acerca silencioso. Su guitarra, su piano, son sólo un inmundicia tétrica en una esquina. Alejandro siente miedo, llama descompuesto a sus padres, pero sólo escucha el eco de su voz en la inmensidad de la soledad. Aterrado busca por toda la casa, donde la descomposición cada vez más evidente sacude con más ímpetu su mente, las lágrimas brotan en manada por sus mejillas, se siente perdido, abandonado, solo, excluido, arrinconado, aislado, está atrapado en sus propios miedos y no puede salir, tiene angustia por sus padres, no los puede abrazar. Rendido se queda en un rincón lloriqueando. Esa noche su madre asustada por los gritos de su hijo, lo despertó tan dulcemente como pudo y acogiéndolo en su ternura consiguió calmarlo, todas las noches durante meses.
Alejandro no tardaría en averiguar años después, que se iba a sentir como en el sueño muchas veces, que la vida le daba terror porque perdería a personas por el camino, otras se irían alejando poco a poco, y él se iba a sentir tan solo y perdido, tan vacío como en el sueño, muchas veces en su vida. Aprendió demasiado pronto a tenerle miedo a la felicidad porque tarde o temprano perdería a la persona que se la proporcionaba. Tarde o temprano esa persona se alejaría y le sumiría en un desconsuelo que le consumía. Pero aprendió a absorber sentimientos, a que sus sentimientos le controlasen, a no negarse a sentir, y aunque le pudiese hacer daño, él prefería sentir el proceso aunque tuviese un final, porque para él los sentimientos eran eternos. Se negaba a sentir, pasase lo que pasase. Porque en el proceso el se sentía vivo, y recordando cada pétalo de esas vivencias, él podía seguir viviendo.
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