jueves, 20 de agosto de 2015

Que estudia el algebra

Alicia caminó junto a él por la calle. Era extraño caminar en la noche, a esas horas, y ser la única mujer, estar al lado de otra persona que no fuera Georges, y saber que estaba cambiando de vida.
Miro a Nicolá con nostalgia, con recelo, con alegría; Nicolá había sido una parte importante de los últimos años de su vida; una parte pequeña, pero importante; desde pequeña, Alicia nunca había comprendido porqué las partes importantes de su vida siempre habían sido tan futiles, tan discretas. Una mañana, mientras Georges se recuperaba de su última crisis literaria, Alicia había sentido la necesidad de respirar, de librarse de la agonía creadora en que Georges y ella, por pura empatía, se había sumido; Necesitaba espacio, aire, libertad, "normalidad"; y esa "normalidad" la había encontrado en el pequeño vendedor de esencias exóticas del mercado; Todo empezó cuando rompió a llorar entre los pequeños tenderetes del mercado de los Que estudia el algebra;

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A veces sentía la necesidad de llorar, de gritar, de reír, de deprimirse; Desde pequeña había sido adicta a la tristeza; pero claro, en la pequeña villa marinera donde ella se había criado eso no resultaba ningún problema. Siempre le quedaba el pequeño malecón abandonado, donde por primera vez lloró sin motivo; o con motivo, ya no podía acordarse. Ese malecón había sido una parte importante de su niñez; y quizá también de su vida; Lo recordaba perfectamente; allí estaba orgulloso, viejo, desvencijado; El óxido le había corroído las entrañas, la pintura resultaba grotesca en ese casco vencido, humillado; le había parecido un reflejo de su pueblo, de la vida que tendría que llevar; "Bella en la oscuridad" lucía en la popa de la vieja chalupa. Y rompió a llorar. Esa barcaza era como la anciana viuda del pescador muerto; orgullosa, retocada, reacia a reconocer que su tiempo había pasado. Ella en ese momento supo que nunca sería "Bella en la Oscuridad". Reiría, lloraría, viviría; se bebería la vida como los viejos se bebían el pasttis; de un trago.

-Es un hasta luego, Nicolá.- Alicia no puedo esconder su rictus de agradecimiento; él había sido su confidente todo este tiempo. El pequeño y orgulloso Batusi.



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