Cuando en tercero pude cogerme la asignatura de Fotografía I no la comencé con mucha fuerza, mi crisis psicopática comenzaba y en aquellos momentos podía explotar por cualquier sitio.
Soy de los que piensan que una fotografía no debe estar aparentemente demasiado pensada. Quiero decir que la fuerza de una imagen reside en ser precisamente eso, una instantánea, un momento congelado del movimiento habitual del mundo. Por otro lado la aparente artificialidad o superficialidad de ciertas imágenes siempre me atrae (maniquíes y muñecas).
Solito en mi “pseudocuarto” mis zapatos son algo que siempre está a la vista y era cuestión de tiempo que los utilizara como elementos de bodegón, el comenzar con la fotografía es liarse a disparar y disparar como si estuvieras en un instituto público norteamericano. Y me lié.
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Los zapatos guardan un significado fantástico para mí. Como los corazones son la representación de la individualidad o la esencia de una persona, los zapatos son ya no el individuo puro, sino lo que quiere mostrar a los demás.
Si quiero hacer deporte me pongo unas zapatillas, si quiero ir elegante unos zapatos brillantes ¿Y si quiero ser yo mismo? ¿Cuáles son mis zapatos? Por eso en mis fotos los zapatos son negros, elegantes… pero quien los viste no es normalmente una mujer, a veces es un hombre y a veces una niña pequeña. Posan estáticos mostrando sus zapatos que no les pertenecen pero en ese momento los hacen suyos. Igual, muchas personas cubren su vida con una capa, velo o máscara, evitando mostrar su desnudez, mostrando los zapatos elegantes que la gente espera de todos nosotros, zapatos verdaderamente ajenos.
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